Siempre vagando,
ausente...
Con tu gran corazón a cuestas,
a la espera de una palabra amable...
A la espera de un gesto de cariño,
de ayudar a alguien,
de un abrazo...
Ahora yaces en la acera
con tan solo una sábana cubriéndote,
a la vista quedan las viejas botas
y las piernas famélicas.
Tu alma sobrevuela el barrio,
todos lloran tu ausencia,
con desespero,
sin un último adiós...
A mi tierno amigo Manolo.
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