Vida: movimiento constante. A mayor grado de descenso, superior vigor de ascenso.
Heridas: tan solo un recordatorio de vulnerabilidad. Alertan para ser restauradas.
Especímenes infectos; se alimentan como sanguijuelas provocando tormento. Otros en ausencia de vileza, se nutren de sublimidad, de detalles ínfimos, de caricias, de pequeños gestos que arrancan sonrisas.
Pese a resultar pretencioso, sé que pertenezco a la segunda comunidad. Esto me vuelve invencible. Me llena de vitalidad para soportar cuantos golpes quieran recaer en mí. Me dota de la capacidad de poder admirar las increíbles luces de éste loco mundo, alzándome a lo más alto, como una luciérnaga danzando entre miles de ellas en una tibia noche de verano. Imperturbable, díscola, radiante.
Natacha Marlo
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